Nuestros pueblos originarios, realizaban todas sus actividades de acuerdo a los ciclos de la madre tierra.
Así, la siembra y la cosecha, el trabajo, el descanso y la celebración, siempre estaban en armonía con los ciclos de la tierra.
Este calendario agrario no se corresponde con el calendario Gregoriano, impuesto por los españoles al momento de la conquista, sino que tiene que ver con los movimientos del sol y con los tiempos de descanso y de fructificación de la tierra.
En el mes de Agosto, cuando han finalizado las cosechas y comienza la preparación de la tierra para la siembra, es el momento para la celebración de la Pachamama.
Después de la cosecha, la tierra entra en un período de letargo y se prepara para recibir la semilla y volver a dar frutos. Es entonces cuando los hombres y las mujeres agradecen todo lo que la Pacha le dio, y mediante las ofrendas busca darle fuerzas, revitalizarla, para la siembra que ya se acerca.
Es una festividad agrícola que nutre, sustenta y protege.
Generalmente, cuando hablamos de Pachamama, nos quedamos solo con el concepto de que es la Madre Tierra. Pero en realidad es mucho más que eso. Es todo lo que veo, lo que toco, lo que respiro y lo que siento. Es tiempo, es espacio, es naturaleza, es todo lo que se manifiesta…
Por eso, el sentido de la celebración es rescatar la unión que ancestralmente tuvo el hombre con todo lo que lo rodea, con lo que le da cobijo y alimento.
Tiene un propósito comunitario que va más allá de cualquier intención individual, un sentido de comunión entre el ser humano y la naturaleza. Es una fiesta agrícola, que nos recuerda que el fundamento de la civilización está en la siembra y la cosecha comunitaria.
Los que participan de la corpachada, además de agradecer, pedir buenas cosechas, salud y protección, se comprometen a cuidar y respetar la naturaleza para que el ciclo de la vida continúe.
Este agosto de 2022, tras dos años de pandemia nos vuelve a convocar, desde lo colectivo, en torno a esta celebración de agradecimiento y ofrenda.